Desde los albores del ciberdelito, los datos sanitarios han sido un objetivo preferente para los atacantes. Tradicionalmente, los grupos de ransomware se dedicaban a cifrar historiales médicos y pedir rescates millonarios, motivados exclusivamente por el lucro.
Sin embargo, las últimas intrusiones en redes hospitalarias revelan otro propósito: la desestabilización política. Organizaciones respaldadas por estados nacionales centran sus esfuerzos en sabotear operaciones médicas, robar investigaciones sensibles y erosionar la confianza pública en la salud.
El desafío de la atribución
Determinar quién está detrás de cada ataque se ha vuelto una tarea hercúlea. A diferencia del ransomware convencional, las campañas con fines geopolíticos se esconden tras proxies sofisticados, hacktivistas o grupos criminales sin vínculos claros.
Esta ambigüedad permite difuminar la línea entre delito y guerra de información, evitando así represalias directas. Durante la pandemia de COVID-19, varios hospitales europeos sufrieron ataques que, tras un análisis profundo, apuntaron a servicios de inteligencia extranjeros con la intención de robar investigaciones y desbaratar la respuesta sanitaria.
Importancia del intercambio de inteligencia
La defensa efectiva frente a estas amenazas exige cooperación. Los centros de intercambio de información (ISACs) como Health-ISAC agrupan a hospitales, laboratorios y aseguradoras para compartir indicadores de compromiso y tácticas de ataque.
Observar un malware en un solo hospital puede ser la alerta temprana que evite un ataque global. No obstante, esta colaboración depende de la confianza mutua y de la disposición a informar incidentes con transparencia.
Construyendo resiliencia
Prevenir todos los ciberataques es imposible. Por eso, la resiliencia —la capacidad de mantener o restaurar servicios críticos— debe ser prioritaria en salud.
Protocolos de respuesta ensayados, arquitecturas de red segmentadas y copias de seguridad aisladas garantizan que, ante un incidente, el impacto en la atención al paciente sea mínimo y la recuperación, más rápida.
Reflexiones finales
En el sector salud, la ciberseguridad es ahora parte de la seguridad nacional y de la protección de vidas. Adoptar una mentalidad colaborativa y asignar recursos suficientes a la defensa digital es tan vital como la docencia médica o la gestión sanitaria.
Ningún hospital puede enfrentarse solo a este nuevo escenario. Solo una estrategia común, basada en el intercambio de inteligencia y en la práctica constante de los planes de contingencia, permitirá repeler la ciberguerra que se libra contra nuestros centros de salud.