Desde 2014 he trabajado con drones, pero la guerra en Ucrania marcó un antes y un después en mi carrera. A partir de 2022, enfoqué mis esfuerzos en explorar cómo estos vehículos aéreos no tripulados pueden automatizar la desminación humanitaria, haciendo el proceso más seguro y eficiente gracias a la tecnología.
En colaboración con expertos del Centro Internacional de Desminado Humanitario de Ginebra (GICHD), analizo las capacidades necesarias para que los drones, combinados con modelos de aprendizaje automático, identifiquen zonas de riesgo. Sin embargo, estos sistemas solo aportan valor en la etapa de reconocimiento no técnico, pues no detectan la posición exacta de las minas.
Detectar minas bajo el suelo o la vegetación es casi imposible
Los drones equipados con cámaras ópticas o térmicas convencionales capturan imágenes desde un solo ángulo vertical, lo que permite hallar anomalías superficiales pero deja fuera cualquier objeto enterrado o cubierto por follaje. Esto limita su uso a la fase de reconocimiento no técnico.
Por ejemplo, Safe Pro AI reporta apenas un 5 % de detección en bosques y matorrales. Si bien en Ucrania la mayoría de las minas están expuestas, en lugares como Camboya el reto es mucho mayor al estar completamente sepultadas.
Las minas no metálicas y las antiguas minas metálicas son más difíciles de detectar
Una gran parte de los artefactos en zonas de conflicto son minas de plástico o materiales no metálicos diseñadas para eludir los detectores convencionales. Visualmente pasan desapercibidas y no generan señales térmicas ni magnéticas claras.
Por otro lado, las minas metálicas antiguas sufren corrosión y alteran su forma, mezclándose con el terreno y provocando numerosas falsas alarmas. Esto retrasa las operaciones y pone en peligro tanto a los desminadores como a los civiles.
Dependencia del clima y la hora del día
Las cámaras RGB y multiespectrales requieren buena iluminación, por lo que en días nublados o zonas sombrías la calidad de la imagen cae drásticamente. La detección térmica, en cambio, solo es fiable al amanecer y al anochecer, cuando existe contraste de temperatura.
Además, la lluvia, el suelo húmedo y la nieve alteran la apariencia de la superficie, ocultan las alteraciones del terreno y homogenizan la temperatura, reduciendo aún más la eficacia de los sensores y frenando el ritmo de trabajo.
El alto coste de la tecnología
En países afectados, las pruebas en Ucrania estiman reducir el coste de desminar de 3.000–5.000 USD a 600–800 USD por hectárea, lo cual sigue siendo 70.000 USD por kilómetro cuadrado. Gran parte de este gasto proviene de falsas alarmas: se suelen neutralizar más de 50 sospechas para hallar una mina real.
Las naciones en desarrollo no pueden financiar estos proyectos sin ayudas internacionales. Y las empresas solo entrarían en juego si el coste bajara lo suficiente como para arrendar terrenos contaminados y obtener beneficios a largo plazo.
¿Una solución?
Mi equipo y yo investigamos métodos que penetren el suelo y la vegetación sin perder resolución. Un avance prometedor es el radar de apertura sintética con penetración terrestre (GPR-SAR) montado en UAVs, desarrollado por la Universidad de Oviedo.
En pruebas realistas, este sistema multistático genera imágenes de alta resolución, detecta minas plásticas y metálicas superficiales o enterradas, y opera de día, noche y en condiciones climáticas adversas. Además, el volumen de datos permite mejorar la clasificación con IA, reduciendo costes globales en más de un 50 %.